Y el mundo cambió

Jordi de Niro
2 min readSep 11, 2024

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Desde que tengo uso de razón los primeros días de setiembre han tenido una connotación especial y extraña al mismo tiempo. No por el comienzo de curso, ni por la Diada, ni por el fin del verano (que termina el 21 de setiembre, parece que algunos no lo saben) sino a causa de un pulmón que respira y un corazón que late sin parar a más de seis mil quilómetros de donde nací.

Parte de esto lo escribo desde el otro lado del Atlántico y a 8521 km del punto en cuestión, que también está de este lado. Paradójicamente, he estado más lejos del pulmón que os comento estos últimos días, que desde donde vivo (5764 km). Creo que no soy consciente de lo muy al sur que está la ciudad porteña, pero lo está. Ligeramente más abajo que Ciudad del Cabo, por cierto.

Fue en un mapa del aula de música de mi colegio, hará veintimuchos años, en un pequeño pueblo de la costa catalana, cuando descubrí dónde estaba ese corazón que me fascinaba y ese pulmón que respiraba conmigo. Fue en el quinto tomo de L’enciclopèdia lliure de mis padres donde aprendí a buscar mis términos favoritos. Fue allí, y junto a fotografías de los 80 y 90, mapas con notas manuscritas de lugares y relatos de visitantes, donde me fascinaba y trasladaba a ese sitio que amaba desde la distancia. Fue allí cuando quedé maravillado ante los mayores colosos arquitectónicos que ha dado la humanidad, tanto en esos libros como en las infinitas búsquedas posteriores. Y fue también allí cuando descubrí el terror que las envolvían.

Quizá a algunos nos causa una enorme curiosidad pensar en lo que ya no será. En cómo era el mundo hasta que aquella mañana de martes dejó de serlo. En lo que nunca, jamás, va a volver. Quizá eso nos causa una tremenda adicción aunque hablar de ello pueda rozar la frivolidad.

No me alegro del número de veces que he visto lo que todo el mundo ha visto alguna vez. Aquel día asesinaron a 2977 inocentes e hirieron a más de 6000 y a la ciudad de por vida. Ésta volvió a salir a flote y siempre lo hará. Es raro de explicar, pues siento escalofríos cada vez que pienso en lo que ocurrió y a la vez experimento una enorme fascinación por los colosos que dominaron el cielo más de 28 años.

De momento, la Tierra ha existido más tiempo con ellas que sin ellas. Sigamos disfrutando y sorprendiendonos con la ciudad que a muchos nos cambió la vida y nunca olvidemos el ignominioso acto que 19 cobardes llevaron a cabo aquel día.

La última pieza que fue retirada de la zona cero, decorada a modo de homenaje. Museo del 11-.S.

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