Lluís Bach

Jordi de Niro
2 min readFeb 12, 2023

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Viernes noche, 23 30. Acabo de entrar con un muy buen amigo a uno de los sitios de referencia de la noche madrileña. No desvelaré cuál es para hacerme el interesante, pero creedme que está a la orden del día. Entre estrofas y estribillos de Nochentera, Las 12, y la sesión de Shakira, nos explicamos mutuamente problemas, historias y conversamos sobre temas de todo tipo. Dos amigos conversan. El entorno, de fiesta. En el fondo esto es un copeo de toda la vida, sin los excesos de una discoteca, pero con el ambiente lo suficientemente festivo como para juerguearse un viernes por la noche.

Pienso en muchas cosas. Pienso mientras cruzo la calle O’Donnell como hacía Pepa en Mujeres al borde de un ataque de nervios; pienso mientras me tomo un vermú de la casa con mi amiga T., a la que desvirtualicé después de estar 8 años mensajeándonos cual adolescentes; pienso rodeado de libros de cine en Ocho y Medio, con C. y J., entre pósters dedicados de grandes películas españolas como Los otros o La mala educación; pienso acerca de lo mucho que necesitamos estar acompañados mientras fotografío el cartel nomenclador de Montalbán 7, tras cenar con Á.; pienso muchas cosas mientras por primera vez visito el hemiciclo, gracias a mi amigo C., que es un sol; pienso mientras como con dos personitas en un gaditano requetebuenísimo de La Latina; pienso que en que uno tiene que aprender a estar solo pero a la vez en que cúan necesario es tener amistades y joder, qué guay puede llegar a ser que fulanito de tal sea mi tal; pero sobre todo, pienso en disfrutar y no pensar mucho en la siguiente hora. Ahora está bien, te lo estás pasando bien, así que de eso se trata.

Nos hemos tomado un par de gintonics cada uno. Pasan pocos minutos de las tres de la madrugada del sábado y emprendo mi camino de vuelta. A veces no sé muy bien qué es el estar bien, cómodo, o a gusto. Ese sentimiento aflora cuando me despido de amiga T.; cada vez que me acoge C. en su casa; cuando doy las gracias, agradecido, de una buena visita guiada privada; cuando conozco a una persona con la que solo había hablado a través de redes sociales; cuando bromeo sobre Magüi o Noemí (esto es café para cafeteros, algunos ni lo entenderéis, pero es normal, no hay que pedir perdón por la ignorancia) o cuando me cuentan algo que no sabía sobre César Pelli.

Sin embargo, como os comento, en esta ocasión no desconozco el estar bien, cómodo, o a gusto; De Niro sabe, y es consciente, de que la sensación que tiene en ese taxi volviendo a su destino un sábado de madrugada, y en otras ocasiones en este último lapso de 72 horas, se le parece muchísimo.

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