La sociedad del cine

Jordi de Niro
3 min readDec 18, 2023

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Me da igual que vaya a sonar hiperbólico. Me importa un bledo exagerar. Algunos me entenderán a la perfección y otros no lo harán. Y está bien, pues es radicalmente diferente el prisma con el que cada uno vemos, sentimos y experimentamos la vida en su conjunto. Y en el cine esto cobra más sentido que nunca.

Las dos últimas horas y dieciocho minutos han sido un carrusel de emociones, adrenalina, tristeza y felicidad difícil de explicar. Y todo a través de una pantalla. Sonidos, imágenes que se quedan grabadas y una historia que es tragedia y milagro, pero no a partes iguales.

El viernes 13 de octubre de 1972 se estrelló en el glaciar de Las Lágrimas el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya. El avión transportaba a 40 pasajeros y 5 tripulantes entre los cuales se encontraba el equipo de rugby Old Christians Club. Previo al impacto final, se partió en dos al descender demasiado rápido, dejando la cola a un lado y gran parte de la aeronave en otro. Ese macabro descenso fue condenando a su paso y de forma aleatoria, la vida de unos y perdonando la de otros. Sin explicación. Sin motivo. En un lugar donde solo impera una única religión: la del frío.

3570 metros sobre el nivel del mar. Departamento Malargüe. Provincia de Mendoza. Argentina.

¿Qué pasa cuando el mundo te abandona? Así comienza «La sociedad de la nieve», basada en la novela homónima de Pablo Vierci, y dirigida por Juan Antonio Bayona. Una anterior adaptación cinematográfica de la tragedia, ¡Viven!, trató el suceso allá por 1993 y con la voz en off de John Malkovich.

Esta no es una historia de héroes. Es una historia de supervivencia aleatoria. De pensar que ya nada más puede ocurrir y de repente patapam. Como espectador, el filme te coge, te zarandea y no te suelta. Cuando crees que ya no pueden ocurrir más desgracias, la fotografia y el sonido actúan como vehículos para sorprenderte de nuevo con amplias dosis de tragedia. Porque eso es lo único palpable. Si el espectador se estremece, lo que pasó es inimaginable. Solo volvieron 16, de ahí el milagro, pero a 24 les cazó la tragedia.

Numa Turcatti, 25 años. Cumplió el cuarto de siglo en la montaña y salió ileso del impacto. Sobrevivió más de 60 días y murió por una sepsis. Los otros tuvieron la gracia de aguantar unos días más. Ni siquiera formaba parte del equipo de rugby. Y no es menos héroe, no lo fue menos, fue la aleatoriedad inexplicable de quién sobreviviría y quién no la que acabó con su vida.

El metraje nos muestra un grupo de chavales, porque es lo que son, que compran un vuelo por unos pocos dólares estadounidenses. En un momento están tomándose fotos y armando jolgorio, y apenas horas después debatiendo como se van a alimentar. Y solo hay una manera, que por muy macabra que sea, es la única salida. O comes o te mueres.

El cine es capaz de imaginarnos en medio de un océano helado tras el hundimiento del Titanic, de presenciar el ataque a Pearl Harbor con Ben Affleck en cabeza de la defensa u oír el alboroto de las calles de París durante la Revolución Francesa. En el caso de este accidente va más allá: no son apenas tres horas las que reducen a un barco a restos en el Atlántico, no son horas negras de ataque como declaración de guerra. Son 72 jornadas de infierno y de superación. 72 días. Más de dos meses en medio de la nada y donde los helicópteros de rescate no llegan.

El cine es capaz de transportarnos y lo consigue. Y, sin embargo, en términos realistas, esa sensación parece que no se acerca a lo que realmente fue. Y esa es la magia. Porque de alguna manera sí lo hace. La magia de meterte en un sala y transportarse al milagro de los Andes. Fue una tragedia, pero también un milagro. Bayona, los actores y todo el equipo de la película han conseguido alcanzar las cotas de emoción y compasión humana para comprender este suceso. Bravo.

El actor uruguayo Enzo Vogrincic en la piel de Numa Turcatti

No hay amor más grande que aquel que da la vida por los amigos (Juan 15:13–17). Nota que encontraron junto al cadáver de Numa Turcatti. Tenía 25 años y murió el 11 de diciembre de 1972.

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