La redención de Manitas
Fue en 2022 cuando la actriz Karla Sofía Gascón recibió la llamada que le cambiaría la vida: Jacques Audiard la quería para ser la protagonista de su narcomusical con tintes queer. No es novedad la obsesión que tiene Audiard por lo criminal y el género neo-noir. Lo demostró en Un profeta, donde un joven prisionero entabla amistad con la mafia corsa y se gana la confianza de los funcionarios de prisiones, o en la sórdida De latir, mi corazón se ha parado, donde su protagonista, magistral pianista, acude a un concierto con su camisa ensangrentada tras un cruento encuentro.
Lo que empezó con una llamada fructificó el pasado 26 de mayo en forma de dos grandes premios en Cannes: Emilia Pérez ganó el gran premio del jurado y el de mejor interpretación femenina en conjunto. El jurado fue seducido por una película donde casi todo es mexicano pero nadie es mexicano: así, el trío de protagonistas está formado por una española, Karla Sofía Gascón; una dominicana, Zoe Saldaña; y una Selena Gómez que chapurrea el español. Jacques Audiard se marca un melodrama musical sobre un capo de la droga que se identifica como mujer, en una película casi íntegramente en español y que es la seleccionada por la Academia del Cine Francés para representar a los galos en la próxima edición de los Oscar.
En 2021, Audiard concibió el proyecto de Emilia Pérez como un libreto de ópera en cuatro actos, basado libremente en la novela Écoute de Boris Razon. La idea original se trocó cuando irrumpió en el proyecto el director de fotografía Paul Guilhaume, que adaptó la historia original. Audiard solo tenía dos exigencias: una película ambientada en el México actual y con música. Eso no resultó incompatible con las aportaciones de Guilhaume: el metraje no se rodaría en México, sino en un estudio de París y en una lengua que su director no habla.
En los primeros compases de la película aparece una apagada Ciudad de México, un entorno lúgubre donde Rita, ambiciosa y frustrada abogada, camina sola entre tiendas, árboles y cabinas telefónicas. Ahí es donde hace su aparición estelar, denunciando las injusticias del caso que la ocupa y los asesinatos y desapariciones causados por las guerras contra el cartel. Una escena, por cierto, que tardó tres semanas en rodarse y que marcaría el patrón estético que seguiría la película.
Entre números musicales vamos conociendo a Manitas del Monte, capo mexicano de la droga que se identifica como mujer y encomienda a Rita que cumpla sus deseos, cueste lo que cueste. Bangkok, Tel Aviv, Lausana, Rabat…la cámara nos traslada a numerosos lugares que se convierten en esenciales para que Rita pueda armar su plan y Manitas logre su objetivo. Eso sí: debe renunciar a su familia: Jessi, su esposa, interpretada por una sobreactuada Selena Gómez, y sus dos hijos.
Mientras que la primera parte sucede en la oscuridad, la segunda combina planos luminosos que evocan felicidad y esperanza en una Ciudad de México soleada y llena de casoplones. Sin embargo, la felicidad de ser mujer no es suficiente para la nueva Emilia. Viajamos de nuevo, esta vez a Londres, cinco años después, donde ahora ella vive una fastuosa vida. Allí Rita reconoce a Emilia, quien confiesa su deseo: volver a México para vivir de nuevo con su familia.
La audacia de Audiard a la hora de plantear un problema y sacar a relucir la cuestión familiar es milagrosa. Manitas ya no es mujer y Jessi rehace su vida con el guaperas de Edgar Ramírez. Jacques patenta esa euforia en uno de los números musicales más icónicos de la cinta: en un karaoke bailando una coreografía frustrada al ritmo de la canción Mi Camino cantada por Jessi. Se cumplen todos los tópicos: un rancho, sombreros de vaquero y mucho tequila en un antro sórdido.
Audiard tuvo miedo de rodar en México por temor a perder el control de las escenas. Sin embargo, una vez diseñado el plan de rodaje en un estudio parisino, aconsejado por su director de fotografía y debido a problemas de agenda de dos de las protagonistas, descubrió que podía dibujar la realidad artificiosa en la que encajar su idea de metraje. Un caos mamarracho que no da un solo paso en falso por irrisorio que éste parezca en un primer visionado. Quizá flaquea en su tópica representación de la sociedad mexicana, pero incluso en ese caso vive de su propia realidad, la creada dentro de ese estudio parisino disfrazado de Distrito Federal.
Otro de los elementos imprescindibles es la luz. Ésta es clave para transitar de la frustración y el suspense del principio, a la euforia cuando Manitas cumple su objetivo de convertirse en Emilia. En todos sus números musicales la figura principal es resaltada con un gran foco de luz. No hay nada implícito, Audiard busca constantemente lo explícito mediante la provocación con exuberantes performances.
En materia de interpretaciones, la autoridad de Zoe Saldaña contrasta con los evidentes problemas que tiene Selena para articular frases en español, pero hasta la cinta puede presumir de ese detrimento. El papel de Jessi, una mujer vulnerable y rodeada de lujos es otro de los milagros de Emilia Pérez. Es esa vulnerabilidad que el director vio en Selena la que lo llevó a escogerla para este papel. No obstante, y como su título adivina, la protagonista indiscutible es Karla, con un papel que enternece y produce risa a partes iguales. En su nueva vida, Emilia se dedica a buscar justicia para las familias de los desaparecidos a causa del narcotráfico.
En Emilia Pérez se canta para todo: para denunciar los desaparecidos a causa de las drogas, en una conversación con un doctor para un cambio de género, en las profundidades de un antro en pleno Distrito Federal, o en una casa rodeada de los malos donde resuenan tiros y explosiones.
Que todo ya está inventado es bien sabido. Lo que hace original la película es la manera en la que la historia se cuenta. Emilia Pérez consigue mezclar la transexualidad y la cara más cruda de México en un caótico musical donde todo parece engranar. Una premisa de rabiosa actualidad que congenia con una defensa férrea de los valores familiares, dejando un tema candente en segundo plano y abogando por los deseos más tradicionales.