Entspannen und Schlafen

Jordi de Niro
4 min readDec 30, 2024

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La mujer de pelo negro me pide en francés que le guarde su abrigo en los compartimentos superiores. Ella luce una blusa de flores malva sobre un estampado negro, a juego con una falda de color lila y botines marrones. Primero ha intentado que la ayudara en un idioma que no he identificado, entre frases en ruso, armenio y alemán. Éstas resuenan en la cabina de un Airbus que despegará en pocos minutos. La mujer, al ver mi cara de incomprensión ante su primer intento, me ha dicho con una educación exquisita si podía colocar su abrigo rojo en el compartimento superior porque no quiere volver a salir del asiento. Ella está en la ventana, el asiento en el medio está vacío y yo en el pasillo. El vuelo va medio vacío, más o menos, y nos acaban de redistribuir para equilibrar el peso, casi nadie mantiene ahora su asiento original.

El embarque de esta medianoche es a pie de pista. Llegamos apretujados dentro de la jardinera pasados diez minutos del nuevo día. Nos recibe un fastuoso A320–271 neo (ese 271 en alusión a sus motores Pratt Whitney) de poco más de 6 años de edad y matrícula D-AINM. El pajarito de Lufthansa está esperando su nuevo vuelo y sus pasajeros anhelamos embarcar en su interior. La (no) batalla por embarcar comienza tras bajar de la jardinera, ya que hay dos escaleras y ningún orden establecido. ¿Parte delantera o trasera? ¿Qué será más rápido? Pero lo que suele ser un agobio, hoy es un descenso pausado y educado. Porque somos muy pocos. El mercurio del móvil marca 1 grado y aunque hace fresquete, nada molesto. El personal del bus se disipa, no a partes iguales, entre las escaleras de la parte delantera y la trasera. Yo me decido embarcar por la parte trasera, mi asiento está en el medio, ignorando que pronto cambiará.

Entramos en el avión y solo una mujer va detrás de mí. Insólito, aunque no es la primera vez. Hay poca gente y el embarque da gusto. En cada asiento, un pequeño cojín y una mantita nos reciben. Hasta ahí nada raro, no hay entretenimiento a bordo como esperaba pero sí una botella de agua, cortesía de la compañía alemana. Más que suficiente, resulta que en un vuelo de apenas 4 horas, Lufthansa ha tenido a bien proporcionar lo más mínimo para que sus clientes no sufran el síndrome de la clase turista (como hace Turkish Airlines, y en vuelos más cortos). Estoy impresionado porque esto no es común. Ni en vuelos de más de 5 horas de ciertas compañías he visto tanta hospitalidad. Son chorradas, sí, pero también hay mucho que aprender. Unos mínimos. Una agüita. Un snack. Un algo que no queremos pasarlo mal.

Acabo de terminar de cenar y la situación una hora después de los hechos del abrigo es la siguiente: he pasado de la fila 19 a la 31, al otro extremo de la aeronave, segundo cambio. Esta vez por voluntad propia. La cola del avión estaba vacía y dos pasajeros nos hemos desplazado para aprovechar el espacio y optimizar el descanso. El objetivo es convertir la clase turista en primera. Describo la escena: a mi diagonal se encuentra el segundo de abordo (el copiloto, vaya), en la fila 32. Detrás de mí una de las azafatas, leyendo no sé qué. En frente de mi pero en los asientos más allá del pasillo, el pasajero intrépido que ha hecho lo mismo que yo: levantar todos los reposamanos de la fila y tumbarse. Para qué estar sentado en un asiento cuando se puede estar tumbado ocupando tres. Lo que no esperábamos era lo del copiloto, pero se ha pasado hasta el final del avión, ha saludado, y se ha echado una cabezadita en el 32A. Esto sí que no lo había visto nunca.

Miro por la ventana y veo la luz que desprenden los pueblos costeros de la zona. Se aprecia el arroyo en la ciudad turca de Fatsa a la perfección. Toda la silueta del sur del Mar Negro queda delimitada por la iluminacion de las zonas habitadas, desde Sinop hasta Ordu. Es noche cerrada pero la vista vale la pena. He dormido apenas 2 horas, ahora seguro que ya no pego ojo porque el espectáculo a 36000 pies no se ve todos los días. El segundo de a bordo ya ha vuelto a la cabina de mando. Todo en orden.

Feliz año viejo.

El Mar Negro desde mi ventana

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